Blancas Nieves de primavera

-Rozzen ¿estas segura de esto?-Donatien caminaba tranquilamente, siguiendo a su querida felina de cerca. Los débiles rayos de luna atravesaban el frondoso manto de hojas que tenían sobre su cabeza, arrancando brillos dorados de los cabellos de la felina.  Donatien siempre se maravillaba de la magnificencia que ella demostraba al cazar o, como ahora, al guiarlo.

Habían partido de casa de siete hombrecitos, quienes desesperados, les habían contado toda la verdad. La horrible bruja madrastra de Blanca Nieves había contratado a un sicario demonio para que acabara con la vida de la muchacha de negros cabellos. Sin embargo el demonio se había enamorado de ella. Los hombrecitos habían hecho hincapié de que Blanca Nieves no sentía nada por el demonio. Ellos la describían como una inocente muñequita que era incapaz de amar. Luego habían dicho que el horrible demonio había llegado a su casa una noche y había raptado a Blanca Nieves.

Rozzen lo estaba guiando a, donde ella decía, era la casa del demonio. Fuera de esta unas pieles de venado colgaban al sol. También la carne se secaba a la vista de todos, simplemente repugnante. Dentro de la casa se escuchaba un jaleo, un forcejeo y una voz suave que pedía que esto terminara. Donatien abrió la puerta lentamente y se encontró con Blanca Nieves atada en una cama. Dio un paso dentro, acercándose a la chica. Un golpe en la cabeza por la espalda lo noqueó.

Para cuando despertó el demonio dormitaba. Las amarras escocieron mientras se removía, tratando de quitárselas de encima. Pensó en buscar la manera de cortarlas con su magia, pero eso era imposible. Blanca Nieves lloraba en la cama que estaba obligada a compartir con el demonio. Ambos amordazados se miraron a los ojos.

-Tienes suerte de que no sea tan torpe como tú para dejarme atrapar tan vilmente. -Rozzen apareció moviéndose lentamente. Cogiendo la cuerda entre sus dientes la rompió sin hacer bulla. Donatien se levantó, estaba desarmado. El demonio tenía pegado a su cuello la llave de un baúl. Se preguntó si ahí habría guardado su ballesta, que ya no estaba colgada a su hombro. Se acercó al hombre y Blanca Nieves se removió abriendo sus ojos. Los ojos de Donny la miraron fijamente, como pidiéndole que no hable. Con cuidado colocó su mano sobre el corazón del demonio. Podía sentir sus latidos lentos bajo ella, una sola descarga eléctrica lo arreglaría todo.

Regresando al castillo de la bruja Blanca Nieves se quedó dormida en sus brazos. El estrés de todo lo ocurrido había podido más de lo que la chica podía aguantar. Treparon por una esquina del castillo de la bruja y se encontraron con el cuarto de Blanca Nieves. Donatien la dejó ahí. Pronto tanto el como Rozzen caminaban por todo el lugar, buscando a la bruja malvada.

-Has estado muy callado-

-No soporto que los padres menosprecien a sus hijos y lo sabes.- Donatien tenía un rostro sumamente serio, con sus ojos caídos como diciendo que esto le aburría. Llegaron al cuarto de la bruja, ella lo compartía con el padre de la chica. Ambos lucían tranquilos mientras dormían. Donatien se acercó a la cama y los observó. Gente que se creía superior a otro solo porque sí. Criaturas que sentían placer al rebajar a otros porque se creían mejores. Le recordaba a su familia. Patético.

Sus manos se posaron sobre el pecho de la bruja y contó. Uno, dos, tres, cuatro, al quinto latido el corazón se detuvo. Donatien sacudió sus manos y se dirigió a la ventana. Con la misma agilidad con la que escapaba antiguamente de las casas de las chicas locas que se morían por él, saltó. Aterrizó de pie, con Rozzen siguiéndolo de cerca, ambos se pusieron en marcha hacia la plaza de Arcania.